Sentiversos: El baúl de los recuerdos

09 enero 2016

El baúl de los recuerdos

Abrió los ojos de repente y sintió que la luz le cegaba. No reconocía aquel lugar, a pesar de haber pasado allí gran parte de su niñez. Se levantó con gran esfuerzo y comprobó que no había nadie más en aquellas ruinas que tiempo atrás había sido su hogar. Aturdida, llegó a una pequeña habitación y vio la estructura de madera carcomida y antigua de la que había sido su cama. Se dirigió al único elemento decorativo que colgaba de aquellas viejas paredes y comprobó, entre cristales rotos, que sus arrugas seguían cubriendo todo su rostro. Apenas podía reconocerse ya a sí misma.

Por la luz que minutos antes había cegado su borrosa mirada pudo intuir que era de día, tal vez mediodía. Sin embargo, no sabía qué día era, qué mes, ni siquiera qué año. No sabía cómo había llegado hasta aquel lugar, desconocido para su mente, aunque grabado en lo más profundo de su corazón.

El alzheimer se había apoderado de todos y cada uno de sus maravillosos recuerdos. Toda una vida borrada día a día, toda una vida que ya era incapaz de recordar, a pesar de haber sido su protagonista principal. Al principio sólo eran detalles sin importancia, citas, tareas, recados... Luego comenzó a olvidarse de tomar la medicación, de atender a su marido cuando éste cayó enfermo de neumonia y se empeñó en tratarse en casa. Más tarde, olvidaba las cosas que hacía y pasó a actuar de forma automática.

Esa peligrosa espiral de olvidos le llevó a incendiar su casa, provocando la muerte de su inseparable marido. A pesar de tener siete hijos mayores y responsables, ninguno dio señales de vida, ninguno respondió a sus cartas y llamadas, ninguno quiso hacerse cargo de una vieja enferma y desamparada.
Esa maldita enfermedad llenó su alma de tristeza, no tardó en olvidar a sus hijos y a sus adorables nietos. Hasta que llegó un día en el que, al despertar por la mañana y lavarse la cara, no reconoció el reflejo que le devolvió el espejo.

Ahora había quedado reducida a la nada, sólo era un fantasma que recorría las calles sin saber a dónde ir, sin reconocer ningún rostro, sin saber si quiera quién era. Tal vez, caminaba sin rumbo en busca de respuestas, o de aquellos recuerdos perdidos en el olvido.

Así continuó varias horas, vagando por las habitaciones de aquella casa sin que nada le resultara familiar. Hasta que encontró una pequeña cajita que parecía un baúl. Le llamó la atención los detalles decorativos que cubrían la parte superior. Los tonos dorado y burdeos se entrelazaban en dibujos abstractos por toda la cubierta del baúl.

Lo cogió entre sus manos, y, al deleitarse con su decoración su corazón latió más fuerte, como queriendo gritar sin poder articular palabra. Como queriendo dar algún tipo de mensaje o señal. La sangre recorrió sus venas ahora con más fuerza hasta llegar a su marchitado cerebro, regándolo como si fuera una rosa muerta.

Aquello invadió su cuerpo de una sensación tan lejana como familiar, vida. Abrió los ojos, unos ojos renovados, y miró, de forma ahora más clara, aquella pequeña caja. La abrió. Y fue justo en ese momento, cuando recuperó aquello que tanto anhelaba. Aquello que había estado buscando desesperadamente durante tantos años de forma inconsciente.

Fue justo en ese momento, que, como si de una revelación se tratara, recuperó todos y cada uno de sus recuerdos. De los que ya nunca más se volvería a olvidar.


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El baúl de los recuerdos by Laura Zerpa Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
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