Sentiversos: ¡Actuemos! Por nosotros y por ellos

08 septiembre 2018

¡Actuemos! Por nosotros y por ellos


Hace unos días estaba viendo las noticias a mediodía en uno de los canales de Atresmedia, concretamente LaSexta y hubo algo que llamó mi atención. A parte de todas las noticias nacionales e internacionales relacionadas en su mayoría con asuntos políticos y sucesos varios, expusieron las duras imágenes de la matanza de calderones que se lleva a cabo en las islas Feroe (Dinamarca) año tras año. Calificaban las gráficas imágenes como duras y mostraban abiertamente su desaprobación a dicha práctica, que en ese lugar se considera una tradición. Ese día no pude evitar sentir algo de alegría, ya que se estaba visualizando y compartiendo algo desgarrador e inaceptable que lleva ya muchos años ocurriendo sin que nadie parezca inmutarse. Es importante saber que se está realizando una matanza masiva e indiscriminada de cetáceos en ciertos lugares y que la excusa usada como justificante es la tradición.

Pocos días después quise ver algo de actualidad en la televisión y recurrí a otro de los canales televisivos de la compañía Atresmedia, en este caso Antena3. Había reporteros desplegados por ciertos puntos de nuestro país y en plató se preparaban para comentar algo que parecía emocionarles mucho: un encierro de toros. Aquí no había ninguna duda: es una tradición española aceptada y celebrada por muchos. Entonces no pude evitar ver con estupefacción cómo comentaban la carrera, las caídas, la procedencia de los toros, etc. Eran las diez y media de la mañana de algún día de agosto. Los niños están en casa y pueden acceder con suma facilidad a este contenido en el cual se aprecia cómo un grupo de toros es encerrado y liberado posteriormente para obligarles a realizar un recorrido concreto lo más rápido posible con el único objetivo de que las personas corran despavoridas a su alrededor exponiéndose al peligro de caídas o cornadas.

Es la misma corporación de medios de comunicación. Un día muestra su parte más animalista y activista criticando y poniendo de manifiesto una cruel práctica en otro país y a los pocos días emite en directo un encierro con toda la emoción que merece el festejo.
¿Se imaginan ustedes la situación inversa? ¿Qué dirían los habitantes de las islas Faroe si ven nuestras corridas de toros y nuestros encierros? Probablemente se escandalizarían y dirían que nos escudamos en la excusa de que se trata de una tradición. También dirían que en muchos casos el toro sufre sin necesidad, aun siendo muy joven, y calificarían la escena como cruel y bizarra sin reparar en el hecho de que lo que ocurre en sus aguas cada año es algo relacionado.

Lo que quiero decir con todo esto es que no se puede tener la hipocresía de criticar una actuación que implica el sufrimiento animal al mismo tiempo que se justifica otra que se lleva a cabo mucho más cerca de lo que pensamos. Dice el dicho que es muy fácil ver la paja en ojo ajeno y no ver la viga en el nuestro. Aquí o allá. ¿Qué más da? En ambos lugares ocurre lo mismo: crueldad animal.
Dicen que en las islas Feroe es común ver a niños, incluso de tres años, subirse encima de las ballenas, serrar sus cabezas e irse a jugar con ellas. Aquí subimos a los niños de tres años encima de un toro, le enseñamos la belleza del animal y luego les explicamos que los vamos a matar, les ponemos un capote y les gritamos ¡olé! Haciendo de la crueldad una práctica divertida.






En las islas Feroe el mar se tiñe de rojo
y se convierte en un cementerio.
En España cada año mueren toros y becerros
mientras su sangre se extiende por el ruedo.

¿No vale lo mismo la vida de un toro que la vida de una ballena? Para nosotros no. El toro, según muchos defensores de la tauromaquia, es un animal nacido para morir en el ruedo o correr en los encierros, está criado para ello y por eso nunca sufre y no siente el más mínimo dolor. MENTIRA. Jamás he ido a una corrida de toros, no he pisado un ruedo y no he corrido un encierro, pero he visto mil imágenes, gráficas, que muestran toros llorando, sufriendo, jadeando, sangrando, agonizando y hasta vomitando. He visto cómo dejan parapléjicos a estos animales al clavarles el estoque en la médula espinal y puedo asegurar tras ver su mirada moribunda que siente como cualquier otro ser vivo.

¿Y la ballena? Lo mismo. Jamás he estado en esas bahías teñidas de rojo y no me he subido encima de ninguna ballena para cortar su cabeza e irme a jugar con mis hijos como si de un premio se tratara. No es ese el futuro ni el legado que deseo dejarles.

En ambos casos se trata de una práctica indignante, cruel, inaceptable e injustificable. A mí persona que forma parte de esta sociedad y que vive en este planeta, me aterroriza saber que en España se matan toros solo por placer y que en las islas Feroe se matan ballenas por la misma razón. Me da igual la tradición, me da igual los motivos, me da igual que se intente justificar y demostrar que el animal en cuestión no siente nada porque hasta yo misma he comprobado que al escachar una hormiga con el dedo esta agoniza hasta morir. He visto como una orca trasladaba el cuerpo sin vida de su cría durante más de 15 días mientras su familia la seguía mostrando total respeto en un doloroso duelo, he visto cómo un orangután se enfrentaba a una excavadora para evitar la destrucción de su hábitat, he visto cómo otro orangután golpeaba con una piedra la cristalera de su jaula en un zoológico rogando libertad con la mirada, he visto cómo un perro lloraba desesperado al saber que su familia lo había abandonado, he visto la agonía de una caballo exhausto tras tirar horas y horas de un carro, he visto a un loro pegado a una pared en la que se apreciaba la pegatina de un mural con motivos relacionados con la naturaleza, sólo para sentir algo de libertad.






¿Cómo he visto tantas cosas bizarras? Documentándome. He leído informes, noticias, webs, blogs, revistas, etc. He visto documentales y he querido saber más. Porque el problema no está en que la sociedad no sepa, el problema está en que no quiere saber. Porque la sociedad oye, pero sólo escucha lo que le interesa. Aquí los toros no se tocan, son nuestra fiesta. No hay debate, no hay discusión, porque no interesa. No se trata sólo de la “tradición” sino del dinero que se genera. Y es justo ahí, cuando entra en juego el dinero, que muere la ética.
Hace algunos días también fue noticia la actuación de un grupo de activistas que se lanzaron con pancartas a las aguas de la piscina de los delfines en medio de un espectáculo en el Loro Parque de Tenerife. Personalmente me ha entristecido mucho ver las imágenes, pero no por el hecho de que interrumpieron el espectáculo sino por la reacción del público. Ya de por sí no considero educativo, racional, ético ni correcto acudir a un lugar donde tienen encerrados a tantos animales y donde encima se genera dinero a costa de drogarlos y obligarlos a realizar espectáculos diarios. Además de ir y pagar una entrada para ver semejante escena, abuchean a las personas que lo único que quieren es abrir los ojos al público que está allí engañado, porque se ha tragado la publicidad de la empresa, porque se ha creído las mentiras que les han contado sobre el “bienestar” y la “conservación” de los animales que pueden ver allí. Esas personas sólo han intentado llamar la atención para removerles la conciencia y hacerles ver que lo que han hecho al pagar la entrada a Loro Parque es pagar y financiar la crueldad animal. Ni más ni menos. Por mucho que se lo quieran maquillar con purpurina rosa y con un lindo antifaz bajo el nombre de bienestar animal. ES CRUELDAD.



No aprendemos y no avanzamos como sociedad, no somos conscientes de que los animales que vemos en zoos, circos, acuarios o parques temáticos algún animal, no pensamos en todo lo que hay detrás. Hay sufrimiento, chantaje, abuso, uso de fármacos, cautividad, separación de sus familias, destrucción de su hábitat, enfermedades, lesiones físicas y psicológicas y un sinfín de perjuicios que finalmente desembocan en la muerte prematura de muchos ejemplares. Eso está detrás, pero no lo muestran porque no les interesa, porque no nos interesa y no queremos verlo. No queremos saberlo porque es mucho más fácil vivir la parte bonita de la vida, sin preocuparnos, sin pensar, sin mirar atrás, sin ver el lado feo.
Pero todo aquello que hacemos, absolutamente todo, tiene un efecto. Aunque creamos que no nos afecta, ese es nuestro mayor defecto. Nos estamos matando al matarlos a ellos, nos estamos condenando a un futuro incierto en el que los polos se derriten y las especies se extinguen. Se están muriendo y nosotros con ellos. Así que, por favor, paremos, pensemos y, de una vez por todas,
¡ACTUEMOS!

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